Cuando Ramón Arcusa le cantó una canción al mismísimo Frank Sinatra

«Una de las primeras actuaciones de Julio Iglesias en una emisora de TV americana fue en 1983, en la CBS, con ocasión de un programa especial para conmemorar el 68º cumpleaños de Frank Sinatra. Julio actuó allí, yo lo acompañaba. Sinatra lo presentó como el gran ídolo europeo que ya era.

Desde entonces, Julio mantuvo con él una relación, aunque en la distancia, excelente. Sabíamos que Barbara Sinatra era (también) fan de Julio, dada su popularidad creciente en Estados Unidos. No está de más decir que nuestro artista siempre ha sabido estar a la altura y que, a guisa de atención y probable ejercicio de cierta pleitesía, le había enviado en varias ocasiones alguna caja de sus mejores vinos. Sinatra era uno de los grandes y era bueno ser su amigo.

Habíamos estado también presentes en una gala benéfica en Palm Springs que había organizado Sinatra, a la cual invitó a Julio a participar.  Al acabar, fuimos Julio y los demás a la casa que Sinatra poseía allí, y después nos contó la siguiente anécdota. El anfitrión le había invitado al salón superior, a su aposento. En un momento dado, aquél se acercó a un voluminoso globo terráqueo que tenía y lo hizo girar mientras le decía a Julio: «Tú y yo somos conocidos mundialmente en cualquier parte del globo donde yo lo pare, pero aún no nos han otorgado ningún Grammy». Y era cierto. Hasta 2019, que por fin le concedieron a Julio el Life Achievement Award de los Grammy’s norteamericanos, un galardón que conceden en contadas ocasiones y de forma muy extraordinaria a un latino.

En 1985 yo había compuesto una canción, «What’s a Guy to Do», con la idea de provocar un dueto de Frank Sinatra y Julio Iglesias. Le había pedido a Marty Panzer, un buen amigo y letrista estadounidense con quien habíamos compuesto y grabado «The Last Time» el año anterior, que hiciera una letra donde contara las peripecias y descalabros de dos amigos llorando sus lances amorosos, cosa que hizo y muy bien. Le comento yo a Julio lo del posible dueto con Sinatra, le parece una excelente idea, le gusta la canción porque tiene el balance adecuado entre swing y balada que les viene bien a los dos —lo dice el autor, oigan—: todo perfecto. Hay que contactar con Sinatra y lo hace Julio enviándole un mensaje en forma de caja de buen vino. Al cabo de unos días, Barbara Sinatra llama a Julio para agradecerle el detalle y este le deja caer que le gustaría que Sinatra supiera que habíamos hecho una canción para un posible dueto y que estaba seguro de que sería de su agrado.

Vuelve a llamar la esposa de Sinatra y le cuenta que sí, que Frank estaría dispuesto a escucharla. ¿Dónde y cuándo? En Las Vegas, en el casino Golden Nugget donde Sinatra está actuando. La cosa pinta bien. Encargamos entonces el arreglo a un especialista de swing en Los Ángeles y quedamos para grabarla en Capitol Studios, donde precisamente Frank Sinatra había grabado muchos de sus éxitos, más que nada para ver si se nos pegaba algo. Hacemos una copia de la mezcla en casette (es lo que había entonces), y únicamente falta concretar la fecha. Al habla con Bárbara, que hacía de interlocutora, fija el día y vamos a Las Vegas con toda la ilusión del mundo.

Viajamos Julio y yo solos desde L.A. y yo me llevo un reproductor de casette magnífico ¡de 300 dólares! que le había comprado a Shura y que a veces empleábamos para escuchar, estudiar y aprobar o no las mezclas que hacíamos. Y ahí que estábamos en Las Vegas, llegando al Golden Nugget antes de la actuación. Nos identificamos, nos hacen entrar al camerino y Sinatra nos recibe cordial. ¡El mismísimo Sinatra, mi ídolo desde antes de empezar yo en la música, está allí, in person!…

En el camerino hay un par de tipos con cara de pocos amigos que están de pie: son sus guardaespaldas. Sinatra nos invita a sentarnos con él en una especie de sofá corrido con mesita, Julio a la izquierda, Sinatra y yo. Bien, vamos a escuchar la canción. Solo teníamos la música grabada y yo iba a cantarla. Le doy una copia a cada uno con la letra, Sinatra se cala las gafas, pongo en marcha el casette y se la canto. Al acabar, Sinatra me dice: «Can you sing it again?» (¿puedes cantarla de nuevo?). Entonces no puedo más y le digo, para romper un poco el hielo: «Frank, te he escuchado yo tantas, tantas veces en mi vida, que el que tú me pidas que cante la canción otra vez es algo que no podré olvidar jamás». Canté «What’s a Guy to Do» de nuevo, Sinatra se levantó complacido y nos dijo que iba a hablar con su productor entonces, Quincy Jones, para ver cuándo podían grabarla.

Nos invitó a ver su show, cosa que hicimos con gusto. Sinatra era único y lo demostraba cada día. Era el último de los tres años seguidos que había sido contratado para cantar en ese casino. Volvimos a Los Ángeles y a Miami con la seguridad de que nuestro viaje no había sido en vano. Pasaron un par de semanas y Sinatra en persona llamó a Julio para decirle que había hablado de la canción con Quincy Jones y que sí, pero que no tenía más material de canciones para hacer un disco completo y que, además, el que era su productor estaba más que liado produciendo el álbum de Michael Jackson «Bad». Mala suerte. En parte también porque era aún reciente la publicación el año anterior de su álbum L.A. Is My Lady y también porque al cabo de poco, en 1986, tuvo problemas de salud, la cosa se enfrió. Sinatra no volvió a grabar hasta 1993, cuando quizá recordando que le debía algo a Julio y, por supuesto porque era importante tenerlo, lo invitó a participar en un álbum de duetos con una canción bastante sosa, «Summer Wind» en la que ninguno de los dos brillaba, aunque el álbum tuvo buena acogida.

Y esa es la historia que quería y necesitaba contar. El único testigo de excepción es Julio Iglesias. Se lo podéis preguntar a él. O a los guardaespaldas de Sinatra en el Golden Nugget, si es que aún andan por allí. Y para más inri, en el camerino de Sinatra se quedó el estupendo reproductor de casette que había regalado a mi esposa Shura, cosa que aún no me ha perdonado».

Extraído del libro de Ramón Arcusa
‘Soy un truhan, soy un señor (o casi)

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