Fallas en Valencia y un cáncer ​

En marzo de 2007 sucedió lo peor que podíamos imaginar. Nos habían dedicado una falla en Valencia con nuestras efigies —que no merecieron ser salvadas, y que fueron sometidas al fuego con el previsible resultado—, en homenaje al Dúo Dinámico: era la falla de san Isidro, modesta pero que contaba con un gran entusiasmo por parte de sus promotores, con su presidente Vicente Alventosa al frente, fan nuestro y que hoy es el que manda, y con éxito, en Play Radio de la misma Valencia. ​

En señal de agradecimiento íbamos a actuar desinteresadamente en un descampado cercano que los mozos de la falla habían habilitado como espacio, con un escenario y, como en cada concierto, tomé el coche y partí hacia Valencia para llegar al ensayo de la tarde. Manolo iba a ir por su lado en otro coche, como siempre. Los chicos de la falla estaban entusiasmados, y nosotros también, además de agradecidos. Íbamos a empezar el ensayo cuando recibo una llamada de Pedro Cervera y en pocas palabras me cuenta que hemos de cancelar la actuación, ya que a Manolo le ha dado un síncope, se ha desmayado: lo han llevado al hospital para hacer exploraciones, que parece algo grave y que los médicos no le van a dejar salir. Me quedo perplejo: es, probablemente, el segundo concierto en nuestra carrera que vamos a suspender por un tema de salud, el primero sin presencia física de uno de los dos, y ¿qué hacer? Quedamos en que nos comunicaremos cuando haya más noticias, que no están nada claras. Manolo no es un hombre que se amilane por nada, y menos si se trata de un concierto, que es probablemente lo que más le gusta en la vida. Algo va mal. ​

Decido no alarmar a nadie, se lo cuento a los músicos y al equipo, con la esperanza de que, aunque tarde y una vez repuesto, pueda llegar Manolo a la gala para cantar. Preparamos el escenario como es habitual, con instrumentos, sonido, luces, equipo, y empiezo el ensayo como si no pasara nada. Todo está preparado para la noche.

Llamo a Myrna, la mujer de Manolo. Desafortunadamente, le acaban de detectar a mi compañero un cáncer de colon y está muy avanzado. No hay manera sensata de que pueda venir a Valencia, ni hoy ni ninguno de los tres días más que pensábamos estar allí, porque se tiene que someter a una operación. Se había anunciado nuestra actuación con profusión y el espacio se estaba empezando a llenar de público. Hablo con la organización, les cuento el problema y sugiero el salir yo a explicar lo que ha pasado. A la hora del concierto, pido a los músicos que empiecen la introducción habitual y, al acabar, salgo, no sin recelos, a explicar al público que está allí lo que ha pasado y que, sin Manolo, no puede haber concierto. Hay murmullos de desaprobación, pero intento calmarles diciendo que estábamos preparados, como han podido ver y escuchar, y que muy a pesar nuestro debemos cancelarlo. ​

Al final, el personal lo comprende. La organización me pide que, no obstante, me quede con ellos esos tres días para estar en los eventos que tienen organizados, para que se vea la buena voluntad, cosa que hago con gusto. Hasta fui con la peña a la procesión de Valencia vestido de fallero con el traje regional valenciano, no digo más. ​

Estábamos en contacto continuamente con Myrna y con Pedro: le seguían haciendo pruebas, e iban a operar a Manolo en cuanto se pudiera. Volvimos a Madrid y, el día que lo operan, me llama Myrna preocupada, casi desesperada, diciéndome que vaya corriendo porque no saben si Manolo saldrá de esta. El doctor que lo opera, Jesús Merello, dice que está en muy malas condiciones y que no puede asegurar si Manolo puede durar cinco días o más, o si saldrá bien de esta o no. No hay duda de que el doctor Merello hizo muy buen trabajo. ​

Y salió, vaya si salió. Manolo, que es como el junco que se dobla, pero siempre sigue en pie, como escribió él para «Resistiré», y a pesar de la quimio y lo débil que estaba, quería volver a cantar. Habíamos tenido que suspender varios conciertos ya programados después del no celebrado en Valencia, pero, adelantando la fecha de recuperación que le habían dado todos los médicos, se empeña en volver. El siguiente 23 de junio lo hacemos en San Pedro del Pinatar, con todas las precauciones, dejándole descansar al máximo, pero con una entereza fuera de lo común. Tampoco dejó de asistir ese verano a muchos de los ensayos del musical Quisiera ser que íbamos a presentar en el Teatro Nuevo Apolo en septiembre, a pesar de seguir con la quimio. Un crack. ​

(Extraído del libro ‘Soy un truhan, soy un señor (o casi)’ de R. Arcusa)

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